domingo, 21 de enero de 2018

El que sigue a Cristo vive en Reino de Dios


EL QUE SIGUE A CRISTO VIVE EL REINO DE DIOS

Por Gabriel González del Estal

1.- Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el evangelio. No digo que todos los cristianos, por el hecho de seguir a Cristo vivamos en el reino de Dios, porque esto es imposible. Que yo sepa, no existe ahora mismo en el mundo un País, Estado o Nación, donde reine Dios. Lo que quiero yo decir es que la persona que sigue a Cristo vive, sobre todo interiormente, el reino de Dios en su corazón, es decir que cree y está totalmente convertida al evangelio. Cristo vivió desde el primer momento de su vida el reino de Dios, porque cumplió desde el primer momento la voluntad de Dios. Cristo no sólo espera la venida del reino de Dios, sino que vive el reino de Dios, desde el momento mismo en el que nace. Cristo con su vida pone en marcha el reino de Dios, él mismo es el reino de Dios; no sólo predica el reino de Dios, sino que lo inaugura y lo vive. Los cuatro discípulos de los que nos habla hoy el evangelio –Pedro, Andrés. Santiago y Juan- oyeron la llamada de Jesús y lo siguieron inmediatamente y con todas las consecuencias. Lo dejaron todo, incluidos la familia y los bienes, y comenzaron a vivir al modo y estilo de Cristo, es decir, comenzaron a predicar a vivir el reino de Dios, totalmente convertidos al evangelio, a la Buena Nueva, al reino de Dios. Bueno, pues esa es nuestra misión como cristianos: vivir el reino de Dios, el evangelio de Jesús, la Buena Nueva, en el mundo en el que nos toque vivir. Aunque el mundo en el que nos toque vivir sea un mundo pecador, como fue el mundo en el que vivió el mismo Jesús. Precisamente, a Cristo le mataron por eso: por predicar y vivir el reino de Dios en un mundo pecador. El reino de Dios, el reino de Jesús es un reino donde triunfa la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz. Nosotros, los cristianos debemos ser fermento del reino de Dios, vivir totalmente dedicados a la predicación y vivencia del reino de Dios, de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz. Es posible que el mundo en el que nosotros vivimos viva de una manera totalmente distinta, predicando y viviendo otros valores no sólo distintos, sino contrarios al evangelio, al reino de Dios, pero eso no sólo no nos debe desanimar, sino todo lo contrario, afirmarnos más en nuestra predicación y en nuestra conversión al reino de Dios. Así lo hizo Jesús de Nazaret, el Cristo.

2.- Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida: se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó. Esta lectura del profeta Jonás nos habla del gran poder que tiene nuestra conversión personal ante Dios. Jonás se convirtió y Dios le sacó del vientre de la ballena; los ninivitas, por la eficacia de la predicación de Jonás, se convirtieron a Dios y Dios los personó; el mismo Dios, al ver la conversión de los ninivitas, se arrepiente de sus primeras intenciones y, por compasión, les perdona. Todos nosotros a lo largo de la vida nos equivocamos y pecamos, pero si nos convertimos a Dios, Dios, que es compasivo y misericordioso, nos perdona. El que de verdad se convierte a Dios y vive el evangelio de Jesús, el reino de Dios, es una persona que vive en comunión con Dios, en su gracia, y Dios siempre le perdona y le salva.

3.- Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran… porque la representación de este mundo se termina. El mensaje de esta carta de Pablo a los Corintios también debe valer para nosotros. La vida humana es corta y, aunque dure cien años, más pronto que tarde se termina. Si de verdad vivimos el evangelio de Jesús, el reino de Dios, quitaremos valor absoluto a lo que sólo tiene valor relativo. Lo único absoluto para nosotros debe ser Dios, el reino de Dios; todo lo demás debe ser para nosotros relativo. Aunque, evidentemente, cada momento sea muy importante para nosotros en el momento en el que lo hacemos, los cristianos debemos hacer todas las cosas sabiendo que son sólo instantes que nos van conduciendo hacia la eternidad, hacia el definitivo reino de Dios. Pidamos al Señor, con palabras del salmo 24, que nos enseñe sus caminos y que nunca nos apartemos de la verdadera senda que nos conduce hacia él.

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