jueves, 21 de septiembre de 2017

La colaboración de María



La colaboración de María

Padre Cándido Pozo, S. J.

 En 1Cor 15,45, San Pablo presenta a Cristo como “el último Adán”. El primer Adán introdujo la ruina y la ruptura en el mundo. El segundo al restaurar la obra rota, reconcilia al Mundo Con Dios. Pero vale la pena señalar que hacia el año 150 aparece, por primera vez, en San Justino el convencimiento de que de la misma manera que junto a Adán existió la figura de Eva como colaboradora en la obra por la que el pecado contra el mundo, también junto a Cristo, el nuevo Adán, hubo una figura femenina, Santa María, que coopera con él en la obra de salvación.

La primera Eva dialoga con el diablo, desobedece a Dios y con ello trae sobre la humanidad muerte y ruina; María, segunda Eva, dialoga con el ángel, obedece a Dios y da a luz al Salvador y con El a la salvación.

Tertuliano, por su parte, acentúa la importancia de la fe de María en esta su colaboración positiva:"Eva había creído a la serpiente; María creyó a Gabriel. Lo que aquella pecó creyendo, lo borró ésta creyendo”.

La cooperación activa de María a la obra redentora y reconciliadora de su Hijo tiene su punto de partida en su asentimiento libre a la encarnación del Logos; en ese asentimiento se expresa su actitud de sierva del Señor que con fidelidad plena (virginal) mantendrá durante toda su vida, y que tiene un sentido estricto de "compasión” junto a la cruz de Jesús. Con la muerte del Señor se cierra la cooperación mediadora de María a la realización misma de la obra salvadora de Jesús sobre la tierra. Una vez que Cristo resucita y sube al cielo, María ejercita su mediación como intercesión, incluso en el tiempo en que Ella vivió todavía sobre la tierra (ver Hech 1, 14).

María, que desde el principio se había entregado sin reservas a la persona y obra de su Hijo, no podía dejar de volcar sobre la iglesia desde sus mismos comienzos esta su entrega materna.

El hecho de designar a María como “aliada de Dios” en la obra de la Reconciliación contiene un programa extraordinariamente bello para cada uno de nosotros. Hemos de llegar a ser “aliados de Dios” en orden a conseguir la reconciliación total en este mundo dilacerado.

…hemos de llegar a vivir una actitud permanente de entrega a la reconciliación. Hemos de tener corazones permanentemente reconciliados y permanentemente reconciliadores. Ello se conseguirá teniendo un corazón como los de Jesús y María.


Extracto de: "Jesús, María y la Reconciliación". Ediciones Vida y Espiritualidad - Lima 1990


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