sábado, 30 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 30 de septiembre 2017




Día litúrgico: Sábado XXV del tiempo ordinario

Santoral 30 de Septiembre: San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

Texto del Evangelio (Lc 9,43b-45): En aquel tiempo, estando todos maravillados por todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.


«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, más de dos mil años después, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos. Que el Autor de la Vida anuncie su entrega a manos de aquéllos por quienes ha venido a darlo todo es una clara provocación. Se podría decir que no era necesario, que fue una exageración. Olvidamos, una y otra vez, el peso que abruma el corazón de Cristo, nuestro pecado, el más radical de los males, la causa y el efecto de ponernos en el lugar de Dios. Más aún, de no dejarnos amar por Dios, y de empeñarnos en permanecer dentro de nuestras cortas categorías y de la inmediatez de la vida presente. Se nos hace tan necesario reconocer que somos pecadores como necesario es admitir que Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Al fin y al cabo, somos como los discípulos, «ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto» (Lc 9,45).

Por decirlo con una imagen: podremos encontrar en el Cielo todos los vicios y pecados, menos la soberbia, puesto que el soberbio no reconoce nunca su pecado y no se deja perdonar por un Dios que ama hasta el punto de morir por nosotros. Y en el infierno podremos encontrar todas las virtudes, menos la humildad, pues el humilde se conoce tal como es y sabe muy bien que sin la gracia de Dios no puede dejar de ofenderlo, así como tampoco puede corresponder a su Bondad.

Una de las claves de la sabiduría cristiana es el reconocimiento de la grandeza y de la inmensidad del Amor de Dios, al mismo tiempo que admitimos nuestra pequeñez y la vileza de nuestro pecado. ¡Somos tan tardos en entenderlo! El día que descubramos que tenemos el Amor de Dios tan al alcance, aquel día diremos como san Agustín, con lágrimas de Amor: «¡Tarde te amé, Dios mío!». Aquel día puede ser hoy. Puede ser hoy. Puede ser.

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A ti clamamos


A ti clamamos

Fidel González

Sexta etapa de nuestro viaje para conocer la incidencia de María en la historia. Ante el peligro otomano y los efectos de la reforma protestante, la figura de la Virgen se impone como fortaleza del pueblo cristiano y esperanza en el futuro. El florecer de santuarios y peregrinaciones

Durante el siglo XVII «los valores de la fantasía creadora alcanzan el máximo relieve» (S. De Fiores). Los horizontes del mundo occidental se amplían con el descubrimiento y colonización de territorios extraeuropeos; la actividad misionera de la Iglesia llega hasta los confines del orbe, a menudo en medio de grandes dificultades y persecuciones terribles como en Japón y Vietnam. Los debates teológicos son muy vivaces y en su mayor parte tienen por objeto temáticas relacionadas con la antropología teológica y con la salvación del hombre. Temas que se reflejan con frecuencia en el arte y la literatura. En el ámbito teológico la Iglesia responde sistemáticamente a las críticas de los protestantes abordando las cuestiones polémicas. Es uno de los aspectos de la llamada Contrarreforma. Esta ampliación de intereses y discusiones alcanza todos los niveles de la existencia.

Devociones marianas
En este ambiente cultural y eclesial se sitúa el florecer de las devociones marianas: surgen numerosas congregaciones centradas en María, proliferan los santuarios marianos y otras tantas devociones populares y se publican numerosos tratados sobre la Virgen. En torno a los jesuitas nacen las Congregaciones marianas, iniciadas por el jesuita belga Leunis (1563); sus miembros se consagran a María con especial dedicación. Se trata de un “pequeño camino” de vida cristiana en el que María se convierte en guía segura para alcanzar la plenitud de Cristo. Sobresale la figura de san Luís María Grignon de Monfort(1673-1716) fundador de los Misioneros de la Compañía de María (Monfortianos) y de las Hijas de la Sabiduría. Educado por los jesuitas y amigo de otras figuras destacadas de la historia de Francia como Claude-François Poullart des Placet, fundador de la Congregación de los misioneros del Espíritu Santo, se convertirá en el apóstol de las zonas descristianizadas de Francia. Este santo encarna el espíritu católico de la misión popular y de la difusión de la devoción mariana, en la línea de otros grandes santos contemporáneos suyos como san Vicente de Paúl (1660) y san Juan Eudes (1680). «Acordaos de amar ardientemente a Jesucristo –escribe Monfort en su Carta a los habitantes de Montbernage–, amadlo por medio de María, haciendo que resplandezca ante todos la devoción a la santísima Virgen, nuestra buena Madre, para que se perciba por todas partes el perfume de Jesucristo… así no dejaréis de cumplir y mantener fielmente las promesas del bautismo». El bautismo ocupa el centro de su experiencia cristiana y de su propuesta. Por ello hacía que los suyos renovaran con frecuencia las promesas bautismales, incluso por escrito, y promovía la consagración a Jesucristo en las manos de María. Esta es la experiencia en la que se basa su Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María (1711-1712), nacido de la relación de amistad con algunos de estos grandes santos amigos suyos.

Pero mucho antes de Monfort, los teólogos católicos se habían dedicado sistemáticamente a escribir sobre la Virgen. Entre ellos, destaca el gran jesuita Francisco Suárez que, ya a fines del XVI, escribió muchas obras sobre este tema. Él afirmaba que para conocer al Verbo según la naturaleza humana, es necesario conocer a su Madre. En la misma línea se pronunciaron san Roberto Bellarmino, san Francisco de Sales y otros muchos. A principios del XVII, el siciliano Plácido Nigido dedicó muchas obras a María, que darían lugar a la ciencia teológica llamada precisamente ‘mariología’. Su obra la continuaron Vincent Contenson (1674) y Dionisio Petavio que recuperaron los aspectos marianos de la antigua teología patrística. 

Después del Concilio de Trento y durante todo el periodo barroco se difundieron numerosos libros marianos; se empiezan a consagrar las naciones a la Virgen y a coronar sus imágenes; muchos reinos, como España, hacen voto de defender la Inmaculada Concepción, hasta el derramamiento de sangre. Los reyes españoles se afanan para que la fiesta de la Inmaculada Concepción se celebre en todas partes, y para conseguir la declaración pontificia del dogma (lo haría Pío IX en 1854). En 1645, el rey de España obtiene del Papa la bula In his per quae Beatissimae Virginia, que establecía la fiesta de la Inmaculada en todos los dominios del Imperio español. Pero no solo esto. En 1656 se solicita y obtiene la declaración de la Inmaculada como patrona de todas las Españas.

Cofradías, santuarios, peregrinaciones
El pueblo cristiano quiere ver, tocar, sentir la presencia del Misterio. Por eso durante el barroco –y también después– se multiplican los monumentos a los Misterios de Cristo, la vida de la Virgen y las de los santos. Por todas partes se levantan ermitas, se construyen capillas en los cruces de caminos, en las calles de la ciudad. Se adornan con flores y velas; los fieles se detienen por unos instantes para recitar una oración, colocan exvotos.

Se edifican los “Sacro Monte”, para celebrar los Misterios de la Salvación, donde siempre se coloca a la Virgen en lugar destacado, ya sea al recorrer el Via Crucis, o siguiendo los Misterios del Santo Rosario. Encontramos un ejemplo en el Sacro Monte de Varese, convertido en un gigantesco Rosario que representa de forma monumental los 15 Misterios de la vida de Cristo y de la Virgen María. En la cima del monte se levanta la capilla consagrada al último Misterio, la coronación de la Virgen, donde se venera una antigua imagen atribuida a san Lucas. O el Sacro Monte de Varallo, un santuario fundado en 1493 por un franciscano que trajo de Tierra Santa una pintura en la que se representa la dormición de la Virgen y su ascensión al cielo. En el monte encontramos 900 estatuas y 45 capillas, que evocan los Misterios de la fe. Participan de esta tradición otros santuarios que jalonan la geografía italiana y europea, a modo de escalera sagrada franqueada por capillas de los Misterios de Cristo y de la Virgen, como el de San Lucas en Bolonia o el de la Guardia en Génova y otros muchos.

A menudo familias enteras van de peregrinación a agradecer a la Virgen una gracia recibida o a pedirle otra. Los fieles buscan encontrar a Cristo de la mano amorosa de María. Se representa a la Virgen con el Niño Jesús en brazos; o como Madre Dolorosa en la Pasión que sostiene entre sus brazos a su Hijo, bajado de la Cruz. Se difunde así la imagen de la Piedad. En el s. XVII estas imágenes son muy frecuentes, sobre todo en Alemania, donde se dedican muchos santuarios a la Virgen Dolorosa. 

También tiene gran difusión la imagen de la Virgen María con un gran manto, símbolo del refugio de los pecadores. La Virgen toma el nombre de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, u otros parecidos. En la misma línea encontramos la Virgen del Amparo, o María Auxiliadora, como en el santuario de Passau, en Alemania, donde se representa la Virgen con el Niño, que parece buscar refugio entre sus brazos. Parece ser que el cuadro es de Lucas Granach, y que sería un regalo del elector protestante de Sajonia al príncipe-obispo Leopoldo de Habsburgo. Fue colocada en una capilla de la catedral y pronto la gente acudió en gran número. Confiada a los capuchinos, en 1624 se le edificó un gran santuario. Según parece, en 1677 se distribuyeron 120.000 comuniones en ese santuario. Los peregrinos procedían de varios países centroeuropeos, y por todas partes en el mundo germánico puede encontrarse esta imagen.

Contra el peligro turco
Después de que se introdujera la fiesta de Nuestra Señora del Rosario para celebrar la victoria de los cristianos sobre el imperio otomano en Lepanto (1571), florecieron numerosas cofradías marianas, sobre todo del Rosario. No hay que olvidar que el llamado “peligro turco” fue una amenaza real para los cristianos de Europa central y meridional hasta el siglo XVIII. En diversos momentos de durísimos enfrentamientos entre turcos y cristianos, vemos cómo estos acuden con frecuencia a implorar el auxilio de María con el rezo del Santo Rosario. Así fue durante el sitio de Viena (1683) y en la lucha por la liberación de Hungría (1716). Con ocasión de este último grave peligro, el Papa extendió a toda la Iglesia la fiesta del Rosario. Durante el asedio de Viena en 1683, un fraile capuchino, el beato Marco de Aviano (1699) desempeñó un papel fundamental, como legado pontificio, en la liberación de la ciudad y en la unidad de los cristianos. En este trabajo de promoción de la unión entre los pueblos de Europa, divididos por intereses políticos contrapuestos, él siempre proponía como método el ejemplo de María y la oración a Ella, auxilio de los cristianos. Se atribuye esta victoria a la Virgen; para dar fe de ello, el emperador envió a Passau los trofeos de guerra y dio a un barrio de la capital la denominación de “Hilf”, invocación a la Virgen (María Hilf!, ¡María, ayuda! ndt.). Pero ya antes se había recurrido a la Virgen en momentos trágicos, como en 1620 en los enfrentamientos con el rey protestante de Bohemia, Federico V. Después de la victoria se le dedicó un antiguo templo protestante de Praga; el emperador Fernando II donó como exvoto una estatua coronada del Niño Jesús, el célebre Niño Jesús de Praga, cuya devoción se extendió rápidamente por Europa. Muy similar fue lo ocurrido en Francia con la imagen de la Virgen venerada en Benoîte-Vauz, durante la guerra de los treinta años en Lorena, en la que la ciudad de Nancy y los ducados de Lorena y de Bar se pusieron bajo su protección. En Polonia, la resistencia victoriosa de Czestochowa, asediada por los protestantes suecos en 1655 tiene una historia parecida. Según la tradición, la ciudad fue liberada, por intercesión de la Virgen de Jàsna Gora. El rey de Polonia, Juan Casimiro, en abril de 1656, mediante voto solemne dedicó Polonia a la Virgen de Jàsna Gora; desde entonces el santuario se convirtió en el símbolo evidente de la conciencia nacional polaca y meta de continuas peregrinaciones. 

Otro santuario famoso es el de Maria-Zell, en las montañas de Estiria, en Austria. Que llegaría a ser el santuario más conocido de Centroeuropa. Los soberanos austriacos lo visitaban continuamente, la reina María Teresa entregó allí las medallas de su marido y de sus hijos. En época de la guerra contra los turcos, el príncipe Esteráz y llegó acompañado por 11.000 peregrinos. 

En los territorios que se adhirieron a la Reforma protestante, a menudo la supervivencia del catolicismo se vincula precisamente a los santuarios marianos, como en Suiza. En el cantón del Ticino, las ciudades de Locarno y Lugano rechazaron la predicación de los reformadores principalmente en nombre del culto mariano. Recordemos el santuario de Einsedeln, denominado “Nuestra Señora de los Eremitas”, porque se dice que un ermitaño, llamado Meinrado, fue el que promovió el culto mariano.

En Italia, la zona que al parecer tuvo el mayor número de iglesias dedicadas a la Virgen fue Brianza (Lombardía), donde todavía hoy encontramos unos cincuenta santuarios marianos. En la historia de cada uno de ellos se registran relatos de milagros, apariciones y gracias concedidas a los peregrinos. San Carlos Borromeo, para levantar una barrera contra el protestantismo, reforzó el culto mariano construyendo o embelleciendo las iglesias dedicadas a la Virgen. En Monza encontramos el santuario de la Gracia, considerado en el s. XVI como el «tercer santuario de Italia, por antigüedad, asistencia de peregrinos y milagros» (R. Beretta) después del de Loreto y el Sacro Monte de Varese. Con la misma denominación encontramos santuarios en Milán (Santa María delle Grazie), por todas partes hay santuarios con nombres como la Virgen del Amparo o la Milagrosa. Como el de Caravaggio, en la provincia de Bérgamo, donde en 1482, surgió milagrosamente un manantial tras la aparición de la Virgen a una joven campesina. En el lugar del milagro, el duque Visconti de Milán mandó construir una Iglesia, que más tarde reformará san Carlos Borromeo, y que llegó a convertirse en meta de peregrinaciones. Con frecuencia las mujeres acuden a pedir ayuda a la Virgen en sus santuarios, a pedir la gracia de tener un hijo o el auxilio de la Virgen en el embarazo en una época en la que el parto resultaba difícil e incierto. Los santuarios marianos de Chartres y de Altöting, y otros como los de Santa Maria Podone o San Celso en Milán, son buen ejemplo de ello.

Apariciones y devoción
Durante las epidemias de peste se utilizaron a menudo estos santuarios como lazareto y, a veces, se convirtieron en cementerios de apestados. La Virgen se apareció a un campesino en 1586 en Vallentimbro, Liguria; en aquel lugar se edificó una Iglesia y poco después los Doria construyeron junto a ella un hospital. Se trata del santuario de Nuestra Señora de la Misericordia. En otras ocasiones la Virgen se aparecía en los bosques, en el campo, muchas veces a pastores, campesino o peregrinos, como a Inversago, un campesino de Brianza, en mayo de 1617, en el lugar en el que se levantaría el santuario de Nuestra Señora del Bosque. Surgieron otros santuarios marianos con iglesias o ermitas en lugares donde se había encontrado una imagen de la Virgen, hallazgos considerados a menudo milagrosos, como en el caso de Santa Maria alla Porta, en Milán, en 1651.

En el siglo XVII el culto mariano se hace más espléndido y fastuoso. A menudo las antiguas imágenes románicas o góticas, sobre todo en el ámbito español, se revisten de suntuosos vestidos de seda bordados en oro y cargados de piedras preciosas. Los españoles y los portugueses difunden en América, en Filipinas y en toda el Asia portuguesa estas imágenes de la Virgen y sus santuarios. María se convierte así en la primera “misionera”. Numerosos pueblos y ciudades llevan su nombre, no hay ciudad o pueblo del Nuevo Mundo que no tenga en el corazón de la población un santuario dedicado a la Virgen. 

Fuente: huellas-cl.com


LECTURA BREVE Jr 17, 9-10


LECTURA BREVE   Jr 17, 9-10

Nada más falso y enfermo que el corazón, ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas; para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones.

viernes, 29 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 29 de septiembre 2017



Día litúrgico: 29 de Septiembre: Los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Texto del Evangelio (Jn 1,47-51): En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».


«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»
+ Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. 
(Città del Vaticano, Vaticano)


Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús manifiesta a sus Apóstoles y a todos la presencia de sus ángeles y la relación que con Él tienen. Los ángeles están en la gloria celestial, donde alaban perennemente al Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su servicio.

«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia (Mesopotamia), ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera que une el cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le comunica su mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la presencia activa de los ángeles. 

Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones. 

Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda. 

Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien.

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A la Virgen


A la Virgen

Gertrudis Gomez de Avellaneda


Vos, entre mil escogida,
de luceros coronada, 
Vos, de escollos preservada
en los mares de la vida,
Vos, radiante de hermosura,
Virgen Pura!
De toda virtud modelo;
Flor trasplantada del suelo
para brillar en la altura.

Vos, que ocupais regio asiento
en la patria eterna y santa,
y teneis de vuestra planta
por alfombra el firmamento..
Volved, Señora los ojos
sin enojos, a esta mujer solitaria,
que os dirige su plegaria
de su destierro entre abrojos.

Vos, en la noche sombria
pura luz, celeste faro,
de los debiles amparo,
de los tristes alegria...
Mirad mi senda enlutada,
!Madre amada!
Mi juventud--sin amores--
debil planta a los rigores
de ardiente sol marchitada.

LECTURA BREVE Gn 28, 12-13a


LECTURA BREVE   Gn 28, 12-13a

Vio Jacob en sueños una escalinata apoyada en la tierra y cuya cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Y vio al Señor que estaba de pie sobre ella y le decía: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac.»

jueves, 28 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 28 de septiembre 2017



Día litúrgico: Jueves XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.


«Buscaba verle»
Rev. P. Jorge R. BURGOS Rivera SBD 
(Cataño, Puerto Rico)



Hoy el texto del Evangelio nos dice que Herodes quería ver a Jesús (cf. Lc 9,9). Ese deseo de ver a Jesús le nace de la curiosidad. Se hablaba mucho de Jesús por los milagros que iba realizando a su paso. Muchas personas hablaban de Él. La actuación de Jesús trajo a la memoria del pueblo diversas figuras de profetas: Elías, Juan el Bautista, etc. Pero, al ser simple curiosidad, este deseo no trasciende. Tal es el hecho que cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). Su deseo se desvanece al verlo cara a cara, porque Jesús se niega a responder a sus preguntas. Este silencio de Jesús delata a Herodes como corrupto y depravado.

Nosotros, al igual que Herodes, seguramente hemos sentido, alguna vez, el deseo de ver a Jesús. Pero ya no contamos con el Jesús de carne y hueso como en tiempos de Herodes, sin embargo contamos con otras presencias de Jesús. Te quiero resaltar dos de ellas. 

En primer lugar, la tradición de la Iglesia ha hecho de los jueves un día por excelencia para ver a Jesús en la Eucaristía. Son muchos los lugares donde hoy está expuesto Jesús-Eucaristía. «La adoración eucarística es una forma esencial de estar con el Señor. En la sagrada custodia está presente el verdadero tesoro, siempre esperando por nosotros: no está allí por Él, sino por nosotros» (Benedicto XVI). —Acércate para que te deslumbre con su presencia. 

Para el segundo caso podemos hacer referencia a una canción popular, que dice: «Con nosotros está y no lo conocemos». Jesús está presente en tantos y tantos hermanos nuestros que han sido marginados, que sufren y no tienen a nadie que “quiera verlos”. En su encíclica Dios es Amor, dice el Papa Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial». Así pues, Jesús te está esperando, con los brazos abiertos te recibe en ambas situaciones. ¡Acércate!

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A la virgen milagrosa


A la virgen milagrosa

Hna. Teresa del Carmen Rodríguez Perez


María mi buena madre…
andas rondando mi casa, 
te acercas hasta mi puerta,
me quieres dar de tu gracia.

Tus manos se extienden madre
en dirección a la tierra
y rayos de luz y amor
se desprenden como ofrenda.

¿Sabes? pienso mucho en ti,
en lo que dijiste un día,
que esos rayos luminosos 
que envías sobre nosotros
en esta tierra se pierden
porque nuestros corazones
desprecian el amor que ofreces.

María, virgen milagrosa,
te descubro tan humilde,
tan sencilla, tan humana,
tan preocupada por mí.
Un día y otro día
sigues enviando tu gracia;
no estás contenta en el cielo
porque una parte de ti
se ha quedado en este mundo:
son tus hijos peregrinos
que cuidarás hasta el fin.

Me duele la ingratitud
de tantos corazones
que no quieren conocerte,
que conociéndote no te aman,
y sabes que mi corazón
no termina de descansar
en tu amor y en tu mirada.

Porque aunque me conmuevo
y lloro de amor por ti,
mi vida no te refleja, 
es solo un rayito tenue
de tu dulce resplandor,
que se aviva con la fe
y resiste en la oración.

Concédeme ser un hilo,
limpio, puro y transparente
de toda esa luz tan grande
que de tus manos se desprende.
Con tu ayuda y tu paciencia
seré tu chispa de luz
y de tu luminosidad
daré a todos mis hermanos 
aquellos que encuentre madre 
En mi sendero pequeño.
¡Mi deseo y mi plegaria
recibe hoy en el cielo!

LECTURA BREVE Am 5, 8


LECTURA BREVE   Am 5, 8

El Señor creó las Pléyades y Orión, convierte la sombra en aurora, oscurece el día en noche; convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. Su nombre es el Señor.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 27 de septiembre 2017



Día litúrgico: Miércoles XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.


«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades»
Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala 
(Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)


Hoy vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis, las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan profundamente el futuro de aquella persona.

«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, éstos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.

El encuentro con Cristo, que es la Persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquélla que nunca se ha de marchitar.

Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como ha escrito San Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».

Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.

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A la Virgen de Fátima



A la Virgen de Fátima

Hna. Teresa del Carmen Rodríguez Perez 

Déjate ver Reina y Señora,
Déjate ver aún más, 
de éstos mis ojos ciegos,
de éste corazón que desea amar.

Ven a mi encuentro, mi Virgen Santa
y en tu abrazo dame a gustar,
de las cosas que no acaban, 
del cielo, la eternidad.

Oh Corazón Inmaculado
que desea abrazarte al mío,
no te canses de buscarme, 
líbrame del enemigo.

Oh mi Señora de Fátima,
toda tu me enamoras, 
deseo consolar tu Corazón
pero mis intentos demoran.

Tu rostro triste me estremece,
pues en tu última aparición
pediste que ya no ofendiéramos
a nuestro Dulce y Buen Dios.
Como pediste a los pastorcitos
ofrecerse en sacrificio
para atraer a todas las almas, 
Madre querida tu voz me llama.

Sal a mi encuentro, tómame ya,
pues a ti no se me dar;
me ha llamado tu dulce voz
y no quiero hacerte esperar.

Quiero entregarme, quiero ofrecerme, 
A tus plantas me quedaré, 
tus ojos misericordiosos
me harán obedecer.

Esa magnifica aparición 
a mi me llena de admiración
pues el Misterio de La Eucaristía
el Ángel de La Paz lo proclamó.

Es tu Corazón Refugio Sagrado
para triunfar en la unidad.
Deseo ser chispa de luz
que encienda en llamas la humanidad.

Me has escogido sin merecerlo,
Sin yo buscarlo, sin entenderlo;
pero tu amor, tu dulce rostro
es mi consuelo. ¡Regalo hermoso!

Madre querida yo soy tu hija,
te pertenezco, quiero ser tuya.
¿A dónde iré lejos de Ti?
En tu Corazón estoy segura.

Hágase Madre en mí, como se hizo en Ti
La voluntad de mi Señor.
¡Aquí está tu débil sierva
deseo darte todo mi amor!

LECTURA BREVE 1Pe 1, 13-14


LECTURA BREVE   1Pe 1, 13-14

Con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza en la gracia que os llegará cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes no os amoldéis a las pasiones que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia.

martes, 26 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 26 de septiembre 2017


Día litúrgico: Martes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 8,19-21): En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».


«Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen»
Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé 
(Lleida, España)


Hoy leemos un hermoso pasaje del Evangelio. Jesús no ofende para nada a su Madre, ya que Ella es la primera en escuchar la Palabra de Dios y de Ella nace Aquel que es la Palabra. Al mismo tiempo es la que más perfectamente cumplió la voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), responde al ángel en la Anunciación.

Jesús nos dice lo que necesitamos para llegar a ser sus familiares, también nosotros: «Aquellos que oyen...» (Lc 8,21) y para oír es preciso que nos acerquemos como sus familiares, que llegaron a donde estaba; pero no podían acercarse a Él a causa del gentío. Los familiares se esfuerzan por acercarse, convendría que nos preguntásemos si luchamos y procuramos vencer los obstáculos que encontramos en el momento de acercarnos a la Palabra de Dios. ¿Dedico diariamente unos minutos a leer, escuchar y meditar la Sagrada Escritura? Santo Tomás de Aquino nos recuerda que «es necesario que meditemos continuamente la Palabra de Dios (...); esta meditación ayuda poderosamente en la lucha contra el pecado».

Y, finalmente, cumplir la Palabra. No basta con escuchar la Palabra; es preciso cumplirla si queremos ser miembros de la familia de Dios. ¡Debemos poner en práctica aquello que nos dice! Por eso será bueno que nos preguntemos si solamente obedezco cuando lo que se me pide me gusta o es relativamente fácil, y, por el contrario, si cuando hay que renunciar al bienestar, a la propia fama, a los bienes materiales o al tiempo disponible para el descanso..., pongo la Palabra entre paréntesis hasta que vengan tiempos mejores. Pidamos a la Virgen María que escuchemos como Ella y cumplamos la Palabra de Dios para andar así por el camino que conduce a la felicidad duradera.

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LECTURA BREVE Pr 3, 13-15


LECTURA BREVE   Pr 3, 13-15

Dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia: adquirirla vale más que la plata y su renta más que el oro, es más valiosa que las perlas ni se le comparan las joyas.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 25 de septiembre 2017



Día litúrgico: Lunes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 8,16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará».


«Pone (la lámpara) sobre un candelero, para que los que entren vean la luz»
+ Rev. D. Joaquim FONT i Gassol 
(Igualada, Barcelona, España)


Hoy, este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen nuestra atención. En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de Dios! Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una atrae a otras: «Gratiam pro gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje humano para cosas divinas y perdurables.

¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar y no difuminar». San Mateo nos dice: «(...) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).

Nuestro examen de conciencia al final del día puede compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión, estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el humo del fuego de mi amor.

En las veladas familiares, los padres y abuelos han forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).

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LECTURA BREVE St 1, 19-20. 26



LECTURA BREVE   St 1, 19-20. 26

Sea todo hombre pronto para escuchar, tardo para hablar, remiso para la cólera. El hombre encolerizado no obra lo que agrada a Dios. Quien piensa que sirve a Dios y no refrena su lengua se engaña a sí mismo. No vale nada su religión.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 24 de septiembre 2017



Día litúrgico: Domingo XXV (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido’. Ellos fueron.

»Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’. Le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña’.

»Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: ‘Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros’. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno’. Él replicó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos».


«¿(...) vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?»
Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós 
(Barcelona, España)


Hoy el evangelista continúa haciendo la descripción del Reino de Dios según la enseñanza de Jesús, tal como va siendo proclamado durante estos domingos de verano en nuestras asambleas eucarísticas.

En el fondo del relato de hoy, la viña, imagen profética del pueblo de Israel en el Primer Testamento, y ahora del nuevo pueblo de Dios que nace del costado abierto del Señor en la cruz. La cuestión: la pertenencia a este pueblo, que viene dada por una llamada personal hecha a cada uno: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros» (Jn 15,16), y por la voluntad del Padre del cielo, de hacer extensiva esta llamada a todos los hombres, movido por su voluntad generosa de salvación.

Resalta, en esta parábola, la protesta de los trabajadores de primera hora. Son la imagen paralela del hermano mayor de la parábola del hijo pródigo. Los que viven su trabajo por el Reino de Dios (el trabajo en la viña) como una carga pesada («hemos aguantado el peso del día y el bochorno»: Mt 20,12) y no como un privilegio que Dios les dispensa; no trabajan desde el gozo filial, sino con el malhumor de los siervos. 

Para ellos la fe es algo que ata y esclaviza y, calladamente, tienen envidia de quienes “viven la vida”, ya que conciben la conciencia cristiana como un freno, y no como unas alas que dan vuelo divino a la vida humana. Piensan que es mejor permanecer desocupados espiritualmente, antes que vivir a la luz de la palabra de Dios. Sienten que la salvación les es debida y son celosos de ella. Contrasta notablemente su espíritu mezquino con la generosidad del Padre, que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4), y por eso llama a su viña, «Él que es bueno con todos, y ama con ternura todo lo que ha creado» (Sal 145,9).

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La gratuidad de Dios



LA GRATUIDAD DE DIOS

Por José María Martín OSA

1.- La generosidad de Dios. El segundo Isaías nos habla de un Dios “perdonador”. El perdón que Dios da al que hace lo posible por vivir de acuerdo con la exigencia de la fe es un acto de una misericordia que no tiene comparación entre los hombres. Pero es necesario el requisito de cambiar de planes. Una experiencia así solamente es comprensible desde una óptica de pura fe. La era mesiánica que se anuncia es de características tan radicalmente nuevas que los planes del hombre apartado de Dios no tendrán cabida en ella. En esta incomprensión del actuar del Dios generoso es donde el hombre tiene que afirmar su fe. Solamente el que tiene corazón agradecido y admite la evidencia de lo maravilloso de la generosidad de Dios puede comprender esto. El profeta emplea una imaginería cósmica para corroborar la actuación gratuita y escandalosamente diferente del actuar de Dios. En último término la actuación de Dios no es pura arbitrariedad sino un criterio de fidelidad y de amor. No se puede reprochar a Dios su manera de actuar cuando sabemos que en el fondo late el amor y respeto más profundo a la debilidad del hombre, tal como subraya el evangelio que hemos escuchado.

2.- El deseo de Dios. Pablo siente un deseo fuerte de estar unido a Jesús inmediatamente después de la muerte. Solamente si se entra en categoría de amor podremos llegar a comprender y a desear con realismo vivir el estilo de vida que vive ya Jesús. Consciente del valor de su misión, rechaza el Apóstol eso que para él es mejor, como sería el salir condenado del juicio en el que está metido. No quiere abandonar a medio hacer lo que ha comenzado. Quiere continuar la misión que ha recibido aquí en la tierra, aunque en el fondo desearía estar junto a Dios. En este sentido escribió Santa Teresa de Jesús:

 “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero,

que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,

después que muero de amor;

porque vivo en el Señor,

que me quiso para sí:

cuando el corazón le di

puso en él este letrero,

que muero porque no muero”.

El que ha llegado a desprenderse de sí mismo está ya en la mejor actitud de fe, está ya comenzando a vivir la vida de verdad.

3.- Triunfa la gracia. Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón. Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Dios es gratuito.

Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Tardamos en comprender que la traducción no es: "Paz a los hombres de buena voluntad", sino: "Paz a los hombres que Dios ama". La parábola de los trabajadores enviados a la vida se refiere a la gracia. En alguna ocasión la liturgia de la misa recoge en sus oraciones esta expresión: “no por nuestros méritos sino conforme a tu bondad”. San Agustín en su comentario a este evangelio nos anima a realizar bien nuestro trabajo sin tener envidia de los demás porque Dios es generoso:

Pensad que sois vosotros quienes habéis sido conducidos a la viña. Quienes vinieron siendo aún niños, considérense los conducidos a primera hora; quienes siendo adolescentes, a la hora tercia, quienes en su madurez, a la de sexta; quienes eran ya más graves, a la nona, y quienes ya ancianos, a la hora undécima. No os preocupéis del tiempo. Mirad el trabajo que realizáis; esperad seguros la recompensa. Y si consideráis quién es vuestro Señor, no tengáis envidia si la recompensa es para todos igual.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 23 de septiembre 2017



Día litúrgico: Sábado XXIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 8,4-15): En aquel tiempo, habiéndose congregado mucha gente, y viniendo a Él de todas las ciudades, dijo en parábola: «Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga». 

Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y Él dijo: «A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. 

»La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que cae en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia».

«Lo que cae en buena tierra, son los que (...) dan fruto con perseverancia»
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés 
(Tarragona, España)


Hoy, Jesús nos habla de un sembrador que salió «a sembrar su simiente» (Lc 8,5) y aquella simiente era precisamente «la Palabra de Dios». Pero «creciendo con ella los abrojos, la ahogaron» (Lc 8,7). 

Hay una gran variedad de abrojos. «Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez» (Lc 8,14). 

—Señor, ¿acaso soy yo culpable de tener preocupaciones? Ya quisiera no tenerlas, ¡pero me vienen por todas partes! No entiendo por qué han de privarme de tu Palabra, si no son pecado, ni vicio, ni defecto.

—¡Porque olvidas que Yo soy tu Padre y te dejas esclavizar por un mañana que no sabes si llegará! 

«Si viviéramos con más confianza en la Providencia divina, seguros —¡con una firmísima fe!— de esta protección diaria que nunca nos falta, ¡cuántas preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos! Desaparecerían un montón de quimeras que, en boca de Jesús, son propias de paganos, de hombres mundanos (cf. Lc 12,30), de las personas que son carentes de sentido sobrenatural (...). Yo quisiera grabar a fuego en vuestra mente —nos dice san Josemaría— que tenemos todos los motivos para andar con optimismo en esta tierra, con el alma desasida del todo de tantas cosas que parecen imprescindibles, puesto que vuestro Padre sabe muy bien lo que necesitáis! (cf. Lc 12,30), y Él proveerá». Dijo David: «Pon tu destino en manos del Señor, y él te sostendrá» (Sal 55,23). Así lo hizo san José cuando el Señor lo probó: reflexionó, consultó, oró, tomó una resolución y lo dejó todo en manos de Dios. Cuando vino el Ángel —comenta Mn. Ballarín—, no osó despertarlo y le habló en sueños. En fin, «Yo no debo tener más preocupaciones que tu Gloria..., en una palabra, tu Amor» (San Josemaría).

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LECTURA BREVE Rm 15, 5-7


LECTURA BREVE   Rm 15, 5-7

El Dios que es fuente de esa paciencia y de ese ánimo os conceda tener un mismo sentir entre vosotros según la mente de Cristo Jesús. Así con un mismo corazón y una misma boca daréis gloria al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso acogeos amigablemente unos a otros, como Cristo os acogió para gloria de Dios.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Santo Evangelio 22 de septiembre 2017



Día litúrgico: Viernes XXIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.


«Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios»
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells 
(Salt, Girona, España)


Hoy, nos fijamos en el Evangelio en lo que sería una jornada corriente de los tres años de vida pública de Jesús. San Lucas nos lo narra con pocas palabras: «Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva» (Lc 8,1). Es lo que contemplamos en el tercer misterio de Luz del Santo Rosario.

Comentando este misterio dice el Papa San Juan Pablo II: «Misterio de luz es la predicación con la que Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión, perdonando los pecados de quien se acerca a Él con fe humilde, iniciando así el misterio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia».

Jesús continúa pasando cerca de nosotros ofreciéndonos sus bienes sobrenaturales: cuando hacemos oración, cuando leemos y meditamos el Evangelio para conocerlo y amarlo más e imitar su vida, cuando recibimos algún sacramento, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, cuando nos dedicamos con esfuerzo y constancia al trabajo de cada día, cuando tratamos con la familia, los amigos o los vecinos, cuando ayudamos a aquella persona necesitada material o espiritualmente, cuando descansamos o nos divertimos... En todas estas circunstancias podemos encontrar a Jesús y seguirlo como aquellos doce y aquellas santas mujeres.

Pero, además, cada uno de nosotros es llamado por Dios a ser también “Jesús que pasa”, para hablar —con nuestras obras y nuestras palabras— a quienes tratamos acerca de la fe que llena de sentido nuestra existencia, de la esperanza que nos mueve a seguir adelante por los caminos de la vida fiados del Señor, y de la caridad que guía todo nuestro actuar.

La primera en seguir a Jesús y en “ser Jesús” es María. ¡Que Ella con su ejemplo y su intercesión nos ayude!

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