martes, 15 de agosto de 2017

La Asunción de la Virgen




LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

Por Antonio García-Moreno

1.- "El Señor se encolerizó contra Israel: los entregó a tandas de salteadores..." (Jc 2, 14) Con ser ilimitada. La paciencia divina tiene un límite. Así lo ha dispuesto el Señor que es infinitamente sabio y omnipotente...Cuando llega ese límite, estalla la ira de Dios. Entonces el dolor y la angustia irrumpen con fuerza en la existencia humana, aguas turbulentas y caudalosas que todo lo arrasan y lo anegan. Cuando Dios se retira de la vida del hombre, esa vida se convierte en una agonía de muerte que no llega de una vez. Historia de sobresaltos, de lágrimas y de sufrimientos, interminable.

 Sólo queda el recurso de volverse otra vez hacia Dios, sólo en Él puede el hombre encontrar la salvación, el refugio seguro de todos sus miedos y preocupaciones. Esperar y suspirar con el alma lanzada en atrevido vuelo hacia la majestad del Altísimo. Confiar sin tener motivos por uno mismo para ello. Madre mía, esperanza y refugio, ayúdame.

2.- TRIUNFO DE LA MUJER.- San Juan habla con frecuencia de los signos, “semeia” en griego. Incluso, a diferencia de los Sinópticos, llama a los milagros que Jesús realiza con ese término. Así al milagro de Caná le llama “archen ton semeion”, el primero de los signos. De esa forma ve en los prodigios que el Señor realiza una manifestación de su poder y su gloria, una revelación del Misterio de Cristo. Así al narrar el milagro de la multiplicación de los panes y los peces acaba diciendo que Jesucristo es el Pan de vida.

 Es curioso y significativo que en el último de los signos joánicos aparezca, como en el primero, la figura de la Mujer. En Caná intercediendo por aquellos jóvenes esposos y en el Apocalipsis enfrentada al Dragón rojo que intenta matar al hijo que va a nacer. En ambos casos su intervención es providencial. Y lo mismo que consiguió que Jesús convirtiera el agua en vino, de la misma forma conseguirá vencer al Demonio y salvar a sus hijos.

3.- TRIUNFO DE MARÍA.- "Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que durmieron" (1 Co 15, 20) Jesús abatió a la muerte. Su poder divino devolvió la vida a su cuerpo muerto. Se iniciaba así el desfile triunfal de los vencedores. Es cierto que cuantos van tras de él, para alcanzar la plenitud del triunfo con la participación en la gloria del propio cuerpo, han de esperar aún al último día, cuando el Señor vuelva glorioso a juzgar vivos y muertos. Sin embargo, hay una excepción que confirma esa regla, María Santísima.

En efecto, lo mismo que nadie como ella participó de los sufrimientos del Redentor, de la misma forma nadie como ella debía participar de la victoria de Cristo. Por otra parte, ella fue concebida sin pecado y, por tanto, era lógico que no sucumbiera al poder de la muerte como los demás hombres. Así lo reconocieron los cristianos desde los primeros tiempos. Por fin, la Iglesia se pronunció solemnemente y por medio del Papa Pío XII declaró el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos.

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