lunes, 12 de junio de 2017

CREER EN UN DIOS QUE ES GRACIA, COMUNIÓN Y AMOR, UN DIOS FAMILIA


CREER EN UN DIOS QUE ES GRACIA, COMUNIÓN Y AMOR, UN DIOS FAMILIA

Por Gabriel González del Estal

1.- La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros. Como ya habéis oído al principio, en este domingo de la Santísima Trinidad también hemos comenzado nuestra eucaristía con estas palabras que san Pablo dirigió a los fieles de Corinto, deseándoles la Gracia de Cristo, el Amor de Dios Padre, y la Comunión del Espíritu Santo. Y es que el Dios en el que creemos los cristianos es Gracia, es Amor y es Comunión, es un Dios familia. Nos deseamos la gracia de Cristo porque Cristo es todo gracia, nos deseamos el amor del Padre, porque el Padre nos ama a todos como a hijos suyos, y nos deseamos la comunión del Espíritu Santo, porque el Espíritu siempre nos une y reconcilia con Dios y con los hermanos. Cristo es todo Gracia, porque vino a salvarnos, no a condenarnos, Dios Padre es todo Amor, como el padre de la parábola del hijo pródigo, nos ama a todos como a hijos, y el Espíritu Santo es Comunión de amor entre el Padre y el Hijo. No es que queramos explicar teológicamente el misterio de la Santísima Trinidad, porque en ningún caso lo íbamos a conseguir. El ser humano no puede entender, ni explicar a Dios. Un ser que es esencialmente infinito e inmenso no puede ser explicado con palabras humanas, siempre limitadas y finitas. Cuando hablamos del misterio de la Santísima Trinidad nos basta con creer lo que nos dice hoy San Pablo: que Dios, nuestro Padre, es gracia, es amor, es comunión, es un Dios familia. Nos basta con creer que la gracia, el amor y la comunión nos la da el Padre a través de su hijo Jesucristo, enviándonos su Santo Espíritu. El Padre y el Hijo están unidos en una comunión indisoluble a través del Espíritu, que es Amor. Por eso decimos también que nuestro Dios es un Dios familia, una familia unida por el amor. El Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu Santo es amor; todo Dios es Amor. Y, lo que es más consolador, también tenemos derecho a pensar que nosotros formamos parte de esta Familia que forman el Padre, el Hijo y el Espíritu. Porque somos hijos de Dios y, por tanto, hermanos de Cristo e hijos del Padre, vivificados por el Espíritu Santo. También nosotros, si vivimos en comunión con Dios somos linaje de Dios, formamos parte de la familia de Dios. También nosotros “en Dios vivimos, nos movemos y somos”, como nos dice el mismo San Pablo. Este es nuestro mayor orgullo y nuestra mayor responsabilidad. En esta fiesta de la Santísima Trinidad le damos gracias a Dios por permitirnos formar parte de su familia y, al mismo tiempo, le prometemos hacer todo lo posible para ser unos buenos hijos suyos, amándonos unos a otros como hermanos.

2.- No mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. También el Hijo es todo amor; no ha venido a condenar, sino a salvar. Los discípulos de Cristo debemos reprimir un poco, o un mucho, nuestros impulsos habituales para juzgar y condenar al prójimo. El Espíritu de Cristo debe manifestarse en nosotros más por nuestra facilidad en perdonar, que por nuestro empeño en condenar. Claro que nuestra inteligencia tiende fácilmente a juzgar y, en muchos casos, a condenar, pero nuestro amor debe inclinarse preferentemente al perdón y a la misericordia. Así fue el corazón de Cristo y así debe ser nuestro corazón.

3.- Tanto amó Dios al mundo. La esencia de Dios es amor, amor de padre. De padre y madre, porque en Dios no hay distinción de género. No todos los padres humanos, ni todas las madres humanas, se distinguen por el amor, pero Dios padre y madre sí se distingue por el amor. Para entender humanamente el amor del Dios padre y madre nos basta con fijarnos en la conducta del padre en la parábola del hijo pródigo, o del padre misericordioso. El amor del padre de esta parábola llega a extremos difícilmente aceptables en nuestros comportamientos humanos: es todo ternura, compasión, misericordia, perdón. No hay reproches, ni condenas, ni memoria del pecado del hijo. El amor de Dios es así; así nos dibujó Cristo a su Padre en esta parábola, así quiere Cristo que veamos nosotros a su Padre y a nuestro Padre Dios.

4.- Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Así hemos querido reconocer a nuestro Dios todos los creyentes de las tres grandes religiones: judíos, cristianos y musulmanes. Así lo reconoció Moisés, así lo vivió Cristo, así lo escribió repetidamente Mahoma en el Corán. Que este nuestro reconocimiento del Dios compasivo y misericordioso no se quede sólo en un reconocimiento verbal y teórico, sino que así lo vivamos en nuestro comportamiento diario. Es la mejor confesión que podemos hacer del Dios gracia, del Dios amor, del Dios comunión, del Dios familia, del Dios Trinidad.

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